01. ¿En qué reside la diferencia esencial y característica entre la realidad cotidiana y las imágenes del mundo experimentables en la embriaguez de LSD? En el estado normal de la conciencia, en la realidad cotidiana, el yo y el mundo exterior están separados; uno se enfrenta al mundo exterior; éste se ha convertido en objeto. En la embriaguez de LSD desaparecen en mayor o menor medida, las fronteras entre el yo que experimenta y el mundo exterior, según la profundidad de la embriaguez. Tiene lugar un acoplamiento regenerativo entre el emisor y el receptor. Una parte del yo pasa al mundo exterior, a las cosas; éstas comienzan a vivir, adquieren un sentido distinto, más profundo. Ello puede sentirse como una transformación feliz, pero también como un cambio demoníaco, que conlleva una pérdida del yo familiar e infunde terror.
02. Si se entiende la realidad como el producto del emisor y el receptor, se puede explicar el ingreso a otra realidad bajo el influjo del LSD diciendo que el cerebro, sede del receptor, es modificada bioquímicamente. Con ello el receptor es sintonizado en otra longitud de ondas que la que corresponde a la realidad cotidiana. Como a la infinita variedad y versatilidad de la creación corresponden infinitas longitudes de onda distintas, según la sintonía del receptor pueden ingresar infinitas realidades distintas -que incluyen el yo correspondiente- en la conciencia. Estas realidades o, mejor dicho, estos diversos estratos de la realidad no son mutuamente excluyentes; son complementarios y juntos forman una parte de la realidad universal, intemporal, trascendente en la que también está inscrito el núcleo inatacable de la conciencia del yo que registra las modificaciones del propio yo.
03. En los primeros años después de descubrirlo, el LSD me proporcionó alegrías y satisfacciones, como las siente el químico farmacéutico cuando se perfila la posibilidad de que una sustancia por él creada se convierta en un medicamento valioso. Pues la creación de nuevos remedios es el objetivo de su actividad de investigador; en ella reside el sentido de su trabajo. (...) Esta alegría por la paternidad del LSD se vio empañada cuando, después de más de diez años de investigación científica y aplicación médica no turbada, el LSD fue arrastrado a la poderosa ola de toxicomanía (...) Era obvio que una sustancia con efectos tan fantásticos sobre la percepción sensorial y sobre la experiencia del mundo exterior e interior, despertaría también el interés de círculos ajenos a la ciencia medicinal. Pero jamás hubiera esperado que el LSD, que -con su acción profunda tan imprevisible e inquietante- no tiene de ningún modo el carácter de estimulante, encontraría una aplicación mundial como estupefaciente.