Frases de Pájinas libres - 2

24. Hay que sanearse y educarse a sí mismo, para quedar libre de dos plagas igualmente abominables: la costumbre de obedecer y el deseo de mandar. Con almas de esclavos o de mandones, no se va sino a la esclavitud o a la tiranía.


25. No pedimos la existencia; pero con el hecho de vivir, aceptamos la vida. Aceptémosla, pues, sin monopolizarla ni quererla eternizar en nuestro beneficio exclusivo; nosotros reímos y nos amamos sobre la tumba de nuestros padres; nuestros hijos reirán y se amarán sobre la nuestra.


26. Las grandes obras se deben a fuerzas colectivas excitadas por fuerzas individuales: manos inconscientes allegan materiales de construcción; sólo cerebros conscientes logran idear monumentos hermosos y durables. De ahí la conveniencia de instruir a las muchedumbres para transformar al más humilde obrero en colaborador consciente.


27. En la historia de la Humanidad abundan exhumaciones de vidas privadas, y nadie protesta. Si juzgamos a los muertos, que no pueden defenderse ni atacarnos, ¿Por qué no juzgaremos de igual modo a los vivos, que tienen lengua para hablar y manos para mover la pluma y la espada?


28. Los obreros no alcanzan a comprender que si practicaran la solidaridad de clase, si tuvieran un solo arranque de energía, si dieran unos cuantos golpes con la piqueta y el hacha, no tardaría mucho en venir por tierra el edificio de todos los abusos y de todas las iniquidades.


29. Los políticos se defenderán astuta y eficazmente, porque no usarán el ataque de los galos, que se desnudaban el pecho, sino la emboscada de los pabellones negros que abren su agujero en la tierra, se ocultan, y el instante menos pensado descargan el rifle a la espalda del enemigo.


30. Verdad, hubo momentos en que Francia parecía retrogradar a la barbarie; pero verdad también que tras la acción impulsiva y perjudicial, vino inmediatamente la reacción meditada y reparadora. La Revolución, la buena Revolución, se mostró siempre inteligente: fue movimiento libre de hombres pensadores, no arranque ciego de multitudes inconscientes.


31. El hombre que se lanza a la contienda pública y osadamente se expone a la luz meridiana en calles y plazas, no debe lamentarse ni protestar al verse examinado con microscopio y descrito en sus más minuciosos rasgos intelectuales, morales y físicos: sube al escenario, y todos adquieren derecho de aplaudirle o silbarle.


32. Dada la inclinación general de los hombres al abuso del poder, todo gobierno es malo y toda autoridad quiere decir tiranía, como toda ley se traduce por la sanción de los abusos inveterados. Al combatir formas de gobierno, autoridades y leyes, al erigirse en disolvente de la fuerza política, el libertario allana el camino de la revolución.


33. ¿Cabe don más valioso que el pensamiento? Al dar el corazón a los seres que nos aman, les pagamos una deuda; al ofrecer el pensamiento a los desconocidos, a los adversarios, a nuestros mismos aborrecedores, imitamos la inagotable liberalidad de la Naturaleza que prodiga sus bienes al santo y al pecador, a la paloma y al gavilán, al cordero y al lobo.


34. Tan esclavo es el sometido a la voluntad de un rey o de un pontífice, como el enfeudado a la turbamulta de los plebiscitos o a la mayoría de los parlamentos. Autoridad implica abuso, obediencia denuncia abyección, que el hombre verdaderamente emancipado no ambiciona el dominio sobre sus iguales ni acepta más autoridad que la de uno mismo sobre uno mismo.


35. Por eso creemos que una revolución puramente obrera, en beneficio único de los obreros, produciría los mismos resultados que las sediciones de los pretorianos y los movimientos de los políticos. Triunfante la clase obrera y en posesión de los medios opresores, al punto se convertiría en un mandarinato de burgueses tan opresores y egoístas como los señores feudales y los patrones modernos.


36. La Anarquía es el punto luminoso y lejano hacia donde nos dirigimos por una intrincada serie de curvas descendentes y ascendentes. Aunque el punto luminoso fuese alejándose a medida que avanzáramos y aunque el establecimiento de una sociedad anárquica se redujera al sueño de un filántropo, nos quedaría la gran satisfacción de haber soñado. ¡Ojalá los hombres tuvieran siempre sueños tan hermosos!


37. Nada tan mezquino de miras como un hombre eternamente confinado en la política. Si fiel a su partido, se agita en órbita de microbio, no concibe nada más allá de su grupo y realiza una obra de interés personal o de egoísmo; cuando no, rencores y venganzas; si infiel a sus correligionarios, va de agrupación en agrupación ejerciendo el ignominioso papel de tránsfuga y merodeador público.


38. Hay épocas en que las naciones, sumergidas en profunda modorra, oyen y ven sin tener aliento de hablar ni fuerza para sostenerse de pie; otras épocas en que se fatigan sin avanzar un palmo, como atacadas de parálisis agitante; y otras épocas en que se regeneran con el soplo de un viento generoso, traspasan las barreras de la tradición, y caminan adelante, siempre adelante, como atraídas por irresistible imán. A estas últimas épocas pertenece la Francia de la Revolución.


39. Todos los gobiernos, al inaugurarse, "ofrecen garantías a la emisión del pensamiento, y se congratulan de ver en la prensa o cuarto poder del Estado un colaborador inteligente para la magna obra de la regeneración nacional". Otorgan unos pocos meses de respiro y desahogo; pero insensiblemente resbalan por la pendiente del abuso y concluyen por justificar a los anteriores gobiernos. Entonces regresamos a la vida normal: en nuestro régimen político, la legalidad y la justicia figuran como breves interregnos.


40. La libertad de pensar en silencio no se discute, se consigna. Como nadie trepana la bóveda de nuestro cráneo para escudriñar la fermentación de las ideas, hablamos con nosotros mismos sin que nuestras voces interiores vayan a resonar en tímpanos ajenos ni a grabarse en cilindros fonográficos. Lejos de inquisidores y tiranos, poseemos un asilo inviolable donde rendimos culto a los dioses que nos place, donde erigimos un trono para los buenos o un patíbulo para los malos.


41. No glorifiquemos la debilidad ni la flaqueza, siguiendo las tradiciones de una religión depresiva y envilecedora; por el contrario, volviendo a las buenas épocas del paganismo, ensalcemos el desarrollo simultáneo de la fuerza intelectual y física, y veamos en el equilibrio de ambas el supremo ideal de la perfección. ¿De qué nos sirve la constitución de un Hércules, si poseemos la masa cerebral de un cretino? ¿Qué nos vale la inteligencia de un Platón, si tenemos un organismo degenerado y enfermo?


42. Anarquía y anarquista encierran lo contrario de lo que pretenden sus detractores. El ideal anárquico se pudiera resumir en dos líneas: la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del individuo, con la abolición del Estado y la propiedad individual. Si ha de censurarse algo al anarquista, censúresele su optimismo y la confianza en la bondad ingénita del hombre. El anarquista, ensanchando la idea cristiana, mira en cada hombre un hermano; pero no un hermano inferior y desvalido a quien otorga caridad, sino un hermano igual a quien debe justicia, protección y defensa.


43. Fuerza no es únicamente el vapor que mueve la hélice del buque, el hacha que golpea en el tronco del árbol o la dinamita que pulveriza las rocas: fuerza es el escrito razonable y honrado; fuerza, la palabra elocuente y libre; fuerza, la acción desinteresada y generosa. El poder interior del hombre se realza con el prestigio de lo desconocido y misterioso: calculamos la potencia del músculo; pero ¿Cómo medimos la fuerza de un cerebro? ¿Cómo podemos saber lo que realizará mañana un pensamiento arrojado a germinar hoy en el cráneo de las multitudes?


44. La vida pública se reduce a la prolongación de la vida privada, como la sociedad se reduce también al ensanchamiento de la familia, y nadie, por más agudeza de ingenio que tenga, puede señalar dónde acaba o dónde empieza la publicidad de un acto. Con uniforme oficial o traje casero, en el sillón de la oficina o en el sofá del dormitorio, el hombre conserva su identidad y vive la misma vida. El criminal es tan criminal en su casa como en la plazuela, la hiena es tan hiena en la jaula como en el desierto.


45. Y conviene no reconocer diferencia entre el político de acción y el periodista, considerándole como un político pasivo: el hombre que se instituye juez o acusador de los gobiernos, director espiritual de las muchedumbres y propagandista o defensor de una idea, ese hombre ejerce una función pública: pertenece a todos como el actor y el político. ¿Quién ignora que la palabra elocuente de un periodista ejerce más influencia en la marcha de un Estado que las leyes de un Congreso y los decretos de un ministro? Si es mucha la acción, que sea mucha la responsabilidad. Y ¿Ante quién se hará efectiva? , sólo ante la opinión pública que para fallar bien necesita conocer la vida íntima del periodista.

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