Frases de Lo que el viento se llevó

Lo que el viento se llevó

19 frases de Lo que el viento se llevó (Gone with the wind) de Margaret Mitchell... Retrato romántico de la vida en el sur de Estados Unidos durante la Guerra de Secesión contada a través de la historia de una familia georgiana.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Margaret Mitchell son: historia de amor, ficción histórica, guerra de secesión, adaptada al cine, esclavitud, amor inquebrantable, matrimonio sin amor, venganza, desamor, decadencia social.

Frases de Margaret Mitchell

Frases de Lo que el viento se llevó Margaret Mitchell

01. No tengo ganas de preocupaciones. Cuando estreno sombrero me hace el efecto de que todos los números que conozco se borran de mi cabeza.


02. Ya le he dicho que la sociedad no quiere que nadie se destaque. Es el único pecado que no perdona. ¡Desdichado del que es diferente de los demás!


03. -Estoy seguro de que sí. Ha estado usted bebiendo de lo lindo. - ¿Y qué, si he estado bebiendo? Eso no es cosa suya. - ¡Sigue usted siendo la cortesía personificada, incluso en este trance! ¡Por Dios! Scarlett, no beba usted a escondidas. La gente siempre lo nota, y así se arruina la reputación de una persona. Y, además, es mala cosa el beber a solas. ¿Qué es lo que le pasa, encanto?


04. Se preguntó, una vez más, cómo se las habría arreglado su áspero y estridente padre para casarse con una mujer como su madre, pues no hubo nunca dos personas tan opuestas en nacimiento, educación, costumbres y opiniones.


05. ¿Cómo podré hacerte comprender estas cosas? ¡Eres tan joven e irreflexiva, que no sabes lo que significa el matrimonio! -Sé que te amo. -El amor no basta para hacer un matrimonio feliz, y más cuando se trata de dos personas tan diferentes como nosotros.


06. Los buenos tiempos habían pasado, pero estas gentes continuarían como si existiese aún el pasado, se mostrarían encantadores y sosegados, resueltos a no precipitarse y arremolinarse para recoger las monedas del suelo, como hacían los yanquis, determinados a no alterar su prístino modo de ser y de vivir.


07. Hasta la guerra, la vida nunca fue para mí más real que una serie de sombras chinescas vistas en una pantalla. Y yo prefería que fuese así. No me gusta que los contornos de las cosas sean demasiado nítidos. Me gusta todo suavemente vago, un poco borroso.


08. El mundo exterior pasaba a segundo plano ante las demandas de los estómagos vacíos, y la vida venía a condensarse en dos ideas unidas: procurarse alimento y comer. ¡Comida! ¡Comida! ¿Por qué el estómago tenía la memoria más sensible que el cerebro?


09. Te quiero. Te quiero por tu bravura y tu tenacidad, y tu brío y tu implacable dureza. ¿Cuánto te quiero? Tanto que, hace un momento, hubiera ultrajado la hospitalidad de la casa que nos ha acogido a mi familia y a mí, hubiera olvidado la esposa más buena que jamás pueda tener un hombre...


10. ¿Cómo puede ser cobarde el hombre que saltó sobre un cañón en Gettysburg para animar a sus soldados? (...) Eso no es valentía -dijo él con fatiga-. El combate es algo como el champaña. Se sube a la cabeza de los cobardes tan rápidamente como a la de los héroes. Cualquier imbécil puede ser valiente en el campo de batalla, cuando ha de serlo o morir.


11. La vida (...) no era fácil ni feliz; pero ella no había esperado que fuese fácil, y, en cuanto a la felicidad, era aquél su destino de mujer. El mundo pertenecía a los hombres, y ella lo aceptaba así. El hombre era el dueño de la prosperidad, y la mujer la dirigía. El hombre se llevaba el mérito de la gerencia y la mujer encomiaba su talento. El hombre mugía como un toro cuando se clavaba una astilla en un dedo y la mujer sofocaba sus gemidos en el parto por temor a molestarle. Los hombres eran ásperos al hablar y se emborrachaban con frecuencia. Las mujeres ignoraban las brusquedades de expresión y metían en la cama a los borrachos, sin decir palabras agrias. Los hombres eran rudos y francos, y las mujeres, siempre buenas, afables e inclinadas al perdón.


12. Me importa mucho haber perdido todo lo que había de bello en la vida de antes, para mí tan grata. Scarlett, antes de la guerra, la vida era hermosa. Poseía una brillantez, una perfección, una simetría, comparables a las del arte griego. Acaso no fuese así para todos. Ahora lo comprendo. Pero, para mí, viviendo en Doce Robles, existía verdadero encanto en la vida. Yo pertenecía a esa vida. Formaba parte de ella. Y ahora ha desaparecido, y me hallo fuera de lugar en la nueva vida, y tengo miedo. Ahora sé que, en otros tiempos, lo que yo veía no era más que un desfile de sombras. Yo eludía todo lo que no eran sombras, las gentes y las situaciones que eran demasiado reales, demasiado vitales. Me irritaba su presencia. También me esforzaba por eludirte a ti, Scarlett. Tú estabas demasiado pletórica de vida, eras demasiado real, y yo era lo bastante cobarde para preferir sombras y sueños.


13. Las experiencias nuevas son muy útiles, porque enriquecen el espíritu.


14. ¡La muerte, los impuestos y los hijos! ¡Todo ello siempre viene cuando menos falta hace!


15. Pero -repitió Scarlett tercamente, como una niña que cree que exponer su deseo es conseguirlo-, pero yo te quiero. -Ésa es tu desgracia.


16. Hasta que uno no ha perdido la reputación, no comprende que era un peso enorme y que la libertad es algo formidable.


17. (...) Y, una vez aplazadas, las disculpas resultaban cada vez más difíciles de exponer, y, finalmente, imposibles.


18. Mira -le dijo, nerviosa-, si te dijera que estoy locamente enamorada de ti, mentiría y, lo que es peor, tú lo notarías.


19. Anímese, querida. Algún día la besaré y a usted le agradará. Pero ahora no. Le ruego que no sea tan impaciente.

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