Frases de El viejo expreso de la Patagonia

El viejo expreso de la Patagonia

19 frases de El viejo expreso de la Patagonia (The old patagonian express) de Paul Theroux... Libro de Paul Theroux.

Frases de Paul Theroux

Frases de El viejo expreso de la Patagonia Paul Theroux

01. Los aviones nos han entontecido e insensibilizado; nos hacen torpes, como unos amantes con armaduras.


02. A primera vista, parecía la típica clase de relación del tipo hongo-estiércol que existe en las fronteras de muchos países desiguales.


03. Abandonar el hogar no supone ninguna conmoción, sino más bien una lenta acumulación de tristeza a medida que los lugares familiares pasan ante la ventana, desaparecen y se convierten en parte del pasado. El tiempo se hace visible y se mueve junto con el paisaje. Me era mostrado a cada segundo mientras pasaba zumbando el tren, dejando atrás los edificios a una velocidad que me ponía melancólico.


04. Viajar no es irse de vacaciones, y a menudo es lo contrario de un descanso.


05. La transitoriedad del viaje intensifica a menudo la amistad y la convierte en intimidad.


06. Defines el buen vuelo en negativo: no te han secuestrado, no te has estrellado, no has vomitado, no te has retrasado, no te ha parecido un asco la comida. Y estás agradecido.


07. No tienes que juzgar a la gente por el país...En Suramérica es siempre sensato juzgar a la gente por la altitud.


08. La gente se quejaba de la barbarie de los lugares, pero por lo que a mí respectaba no eran lo bastante bárbaros.


09. La gente agarrada es tan roñosa con la amistad como con el dinero; Suspicaz, incrédula e indiferente.


10. (...) Había visto sitios bonitos y personas agradables. Había llenado centenares de páginas de mi diario y estaba seguro ya de llegar a Esquel, en la Patagonia, la pequeña ciudad que había visto en mi mapa y que se había convertido en destino arbitrario.


11. ¡La Patagonia! Es tan lejos que hablan diferente. -Me sonrió-. Así que ha estado en La Quiaca y ahora va a la Patagonia. Son los extremos de Argentina.


12. En la Patagonia no hay nada. No es el Sahara, pero es lo más parecido que se pueda encontrar en Argentina. No, en la Patagonia no hay nada. Si es así, pensé -si de verdad no hay nada-, entonces es el lugar perfecto para acabar este libro.


13. (...) Había llenado con hojas de mate (son de un árbol perenne, el Ilex) un pequeño recipiente e introdujo una bombilla, una especie de paja de plata. El recipiente era de hueso, un cuerno de vaca adornado con una tosca caligrafía. Hay muchas cosas que hacer en Esquel...Vertió agua hirviendo sobre las hojas y me acercó el mate.


14. La lectura altera la apariencia de un libro. Una vez leído, ya nunca parece el mismo; la gente deja su impronta individual en un libro que ha leído. Uno de los placeres de la lectura es percibir esa alteración en las páginas y el modo en que, leyéndolo, te apropias del libro.


15. Hay pocas cosas más desagradables para el espíritu humano, incluso en la Patagonia, que tener a alguien detrás masticando y chupando cubitos de hielo.


16. Había leído acerca del fútbol latinoamericano: el caos, los disturbios, las multitudes de hinchas apasionados, el modo en que las frustraciones políticas se ventilaban en los estadios. Sabía a ciencia cierta que si uno quería entender a los británicos ayudaba presenciar un partido de fútbol; después, ya no parecían tan herméticos y correctos. En realidad, un partido de fútbol británico era la ocasión para entablar una especie de guerra de pandillas entre los jóvenes espectadores. El musculoso ritual del deporte constituía siempre una clara demostración de los impulsos más salvajes del carácter nacional. Los Juegos Olímpicos son interesantes en gran medida porque son una pantomima de guerra mundial.


17. (...) En un lugar donde se describía a Jesucristo como un tipo musculoso, un apuesto latino de ojos azules con pelo engominado, la religión era una especie de romance.


18. Las estaciones y los ferrocarriles de Argentina son de apariencia británica por una buena razón: la mayoría de ellos fueron construidos y dirigidos por los británicos hasta que, en 1947, en lo que quizá fue uno de los peores negocios jamás realizados, los compró Juan Domingo Perón.


19. La verdad es que los peores trenes son los que atraviesan los mejores paisajes.

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