Frases de El monje

El monje

30 frases de El monje (The monk) de Matthew Gregory Lewis... Leyenda donde destacan pactos demoníacos, violaciones, incesto, el judío errante, castillos en ruinas, la Inquisición española, amores escondidos, traiciones familiares... El compendio gótico por excelencia.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Matthew Gregory Lewis son: antigua leyenda, antigua maldición, castillos, pasiones, prejuicios, superstición, vicio, violencia, inquisición, traición, incesto, violación, novela gótica, amores secretos, el judío errante, laberinto, bruja, hipocresía religiosa, lujuria, monasterio, sacrificios humanos.

Frases de Matthew Gregory Lewis

Frases de El monje Matthew Gregory Lewis

01. La naturaleza no pudo soportar mis emociones y buscó refugio en la insensibilidad.


02. La violencia de su desesperación –dijo– demuestra que por lo menos el vicio no se ha vuelto familiar para ella.


03. Ya no podré combatir mis pasiones, aprovecharé todas las oportunidades para excitar tus deseos y me esforzaré en conseguir tu deshonra y la mía.


04. (...) Pero en cuanto comenzó a desarrollarse su temperamento, voluptuoso y ardiente, se abandonó libremente al impulso de sus pasiones y aprovechó la primera oportunidad para satisfacerlas.


05. Escucha mi consejo, compra con un momento de valentía una felicidad de años; goza del presente y olvida que un futuro queda más allá.


06. (...) Era espontáneamente emprendedor, firme e intrépido; poseía un corazón de guerrero, y habría podido sobresalir con esplendor a la cabeza de un ejército.


07. Si no es bajo su protección, no pongo un pie al otro lado de ese umbral. ¡Que Dios me ampare, el fantasma puede esperarme en la escalera y llevarme consigo al infierno!


08. Un autor, malo o bueno, o entre malo y bueno, es un animal a quien cualquiera se siente con el derecho de atacar. Pues si bien no todos son capaces de componer libros, todos se consideran capaces de juzgarlos.


09. Mientras hablaba, los ojos se le cargaron de deliciosa languidez; el pecho se le agitaba. Lo estrechó ardientemente en los brazos, lo atrajo hacia sí y pegó los labios a los de él. Ambrosio volvió a sentir el deseo.


10. No puedes ignorar que tus padres eran por desgracia esclavos de la más burda superstición. Cuando operaba este defecto, todos sus otros sentimientos, todas sus demás pasiones, cedían ante la irresistible fuerza de aquella influencia.


11. Todos los impedimentos cedieron ante la fuerza de su temperamento, cálido, sanguíneo y voluptuoso en extremo. Sus otras pasiones aún dormían, pero sólo necesitaban que se las despertara para exhibirse con violencia tan grande como irresistible.


12. Cuando no se encontraba oscurecido por los prejuicios, cosa que, por desgracia, muy pocas veces ocurría, su entendimiento era sólido y excelente. Sus pasiones eran violentas; no escatimaba fatigas para satisfacerlas y perseguía con furor a quienes se oponían a sus deseos.


13. Pero era en exceso prudente para revelar el motivo de sus recelos. Consideró que desenmascarar al impostor no sería cosa fácil, dado que la gente estaba tan predispuesta en su favor. Y como tenía muy pocos amigos, le parecía peligroso hacerse un enemigo tan poderoso.


14. Un profundo y melancólico silencio reinaba en la bóveda, y desesperé de recuperar la libertad. Mi larga abstinencia en materia de alimentos comenzó a atormentarme. Las torturas que el hambre me infligía eran las más penosas e insoportables, pero parecían crecer a cada hora que pasaba.


15. ¡Escúcheme, hombre de corazón duro! ¡Escúcheme, orgulloso, severo y cruel! ¡Habría podido salvarme y devolverme la dicha y la virtud, pero no quiso! Usted es el destructor de mi alma, mi asesino, ¡Que caiga sobre usted la maldición de mi muerte y la de mi hijo aún no nacido!


16. En ese laberinto de terrores, habría preferido refugiarse en la penumbra del ateísmo, negar la inmortalidad del alma, convencerse de que, una vez cerrados los ojos, no volvería a abrirlos, y que el mismo momento aniquilaría a la vez su alma y su cuerpo. Pero hasta ese recurso le estaba negado.


17. Como él se acostumbró a sus encantos, dejaron de excitar los mismos deseos que inspiraban al principio. Agotado el delirio de la pasión, Ambrosio tuvo tiempo para observar todos los defectos menudos y, donde nos los había, la saciedad lo hizo imaginarlos. El monje estaba saciado por la plenitud del goce. Apenas había transcurrido una semana cuando se cansó de su amiga.

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