21. El fanático es incorruptible: si mata por una idea, puede igualmente hacerse matar por ella; en los dos casos, tirano o mártir, es un monstruo. No hay seres más peligrosos que los que han sufrido por una creencia: los grandes perseguidores se reclutan entre los mártires a los que no se ha cortado la cabeza.
22. La efervescencia de los corazones ha provocado desastres que ningún demonio se hubiera atrevido a concebir. En cuanto veáis un espíritu inflamado, podéis estar seguros de que acabaréis por ser víctimas suyas. Los que cree en su verdad -los únicos de los que la memoria de los hombres deja huella- dejan tras ellos el suelo sembrado de cadáveres. Las religiones cuentan en su balance más crímenes de los que tienen en su activo las más sangrientas tiranías y aquellos a quienes la humanidad ha divinizado superan de lejos a los asesinos más concienzudos en su sed de sangre.