Frases de Mario Levrero - Página 5

01. Hay un fluir, un ritmo, una forma aparentemente vacía; el discurso podría tratar de cualquier tema, cualquier imagen, cualquier pensamiento. Esa indiferencia es sospechosa; presiento que tras la apariencia de vacío hay muchas, demasiadas cosas.

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02. Por fin me llegó el mensaje a través de un libro. Es notable cómo siempre que enfrento un problema difícil, aparece mágicamente la información precisa en el momento preciso.

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03. Por ejemplo, si usted compra un libro mío, lo copia e imprime una cantidad de ejemplares para venderlos, me está robando. No estaría robando si imprimiera una cantidad de ejemplares y los regalara.

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04. La cultura, los productos de la inteligencia y la sensibilidad, es algo que debe circular libremente, gratuitamente, porque no puede ser propiedad privada de nadie, ya que la mente no es propiedad privada de nadie.

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05. Movió la cabeza, mientras se alejaba, diciendo "Los más grandes son siempre los más humildes". Eso me alegó el corazón, no por sentirme grande, sino por la bondad de esa mujer.

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06. Y les dejo seguir su parloteo incesante. Después empiezo a fastidiarme no sé si por la sensación de estar excluido, o porque realmente no me interesa nada de lo que sucede.

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07. Debo caligrafiar, de eso se trata. Debo permitir que mi yo se agrande por el mágico influjo de la grafología. Letra grande, yo grande. Letra chica, yo chico. Letra linda, yo lindo.

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08. Tengo plena conciencia de que estos ejercicios caligráficos han ido derivando en ejercicios narrativos; hay un discurso -un estilo, una forma, más que un pensamiento- que se impone ansiosamente a mi voluntad.

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09. (...) Es tan interesante estar en el mundo, y percibir, que es una lástima que haya perdido tantos años ocupado en asuntos triviales: exactamente eso es estar loco.

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10. Sí, hace mucho tiempo, hace muchísimo tiempo que no tengo un instante de distracción, es una responsabilidad exagerada, ahora lo comprendo, lo que no me deja dormir ni distraerme.

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11. Mi problema es éste. Aquí. La cabeza. Pienso, pienso mucho. Y eso no es bueno: pensando uno puede llegar a saber muchas cosas, sin necesidad de salir de una pieza.

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12. Me movía con rapidez, y sentía el cuerpo rígido, como manejado por un centro nervioso que hubiera tomado el mando, desplazando a los centros habituales de movimiento.

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Mario Levrero

Mario Levrero
  • 23 de enero de 1940
  • Peñarol, Montevideo, Uruguay
  • 30 de agosto de 2004
  • Montevideo, Uruguay

Escritor, novelista, fotógrafo, editor y guionista de cómics uruguayo, autor de "París" (1979), "Todo el tiempo" (1982), "El discurso vacío" (1996), "El alma de Gardel" (1996) y "La novela luminosa" (2005).

Sobre Mario Levrero

Mario Levrero nace en Montevideo, hijo único de Mario Varlotta y Nilda Levrero, familia uruguaya de ascendencia italiana y francesa.

Entre los tres y los ocho años de edad (1943-1948) se ve obligado a guardar reposo debido al padecimiento de un soplo cardíaco.

Estudió en la escuela Haití número 8, en el barrio de Peñarol y luego en el liceo Rodó.

Entre 1959 y 1969 junto a un socio y amigo inauguró un negocio de venta de libros usados, mostrando gran habilidad para dirigirlo.

Comenzó a publicar a fines de la década de 1960, siendo las novelas "La ciudad" (1970), "París" (1979), "El lugar" (1982), "El alma de Gardel" (1996), "El discurso vacío" (1996) y su obra póstuma "La novela luminosa" (2005) las más recordadas.

Mario Levrero también publicó varios libros de relatos, entre ellos "La máquina de pensar en Gladys" (1970), textos de difícil clasificación como "Caza de conejos" (1986) e hizo incursiones en la historieta o cómic, fruto de la colaboración con el dibujante Edgardo "Lizán" Lizasoain, junto a quien creó "Santo varón" (1986) y "Los profesionales" (1987).

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