No hacer el bien es un mal muy grande.
La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces.
Nadie puede ser feliz si no se aprecia a sí mismo.
El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas.
Pueblos libres, recordad esta máxima: Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde.
Si quitáis de los corazones el amor a lo bello, quitaréis todo el encanto de vivir.
La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras.
Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan.
Trabajar constituye un deber indispensable para el hombre social. Rico o pobre, poderoso o débil, todo ciudadano ocioso es un ladrón.
La clase de felicidad que necesito es menos hacer lo que quiero que no hacer lo que no quiero.
El alma resiste mucho mejor los dolores agudos que la tristeza prolongada.
La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla.