01. Y olvídese del trato de señor, aunque debo admitir que me es grato volver a oírlo...
02. Debe obedecer la orden aunque no tenga sentido, porque tiene sentido para sus superiores, si no no se la hubiesen dado.
03. (...) Hay muy poca libertad incluso para los zopencos, y para nosotros no hay virtualmente ninguna. Tenemos que vivir en zonas limitadas, las "ciudades acerícolas", y no podemos salir de ellas sin una buena razón. Debemos mostrar nuestras tarjetas de identificación a cualquier policía zopenco que nos las pida, y los únicos trabajos que podemos conseguir son los más inferiores, los que te desloman. -Tomó el frasco-. ¿Queréis un poco más de esto? -preguntó-. Lo llaman "whisky".
04. Hay otros como yo, miles, quizá millones. Hay islas por todo el mundo, puede que también haya ciudades en los continentes -se dirigían a la siguiente escalera mecánica- donde la gente viva en una auténtica libertad. Tengo una lista de las islas aquí mismo, en mi bolsillo. No están en los mapas porque Uni no quiere que sepamos que existen, porque se defienden contra la Familia, y la gente que vive en esos lugares no quiere someterse a ser tratada.
05. Las aspirinas le sirvieron de poco y ella tenía miedo de tomar demasiadas. El sueño, cuando le venía, le traía molestas pesadillas en las que se veía luchando contra enormes arañas que la habían acorralado en el cuarto de baño, o tirando desesperadamente de un pequeño arbusto negro que había echado raíces en medio de la alfombra de la sala de estar. Se despertaba cansada, para sentir dolores aún más fuertes.
06. Muchas noches permanecía despierto durante una hora o así, meditando sobre todas las distintas ocupaciones que había, todas las diferentes clasificaciones que conocía: supervisor de construcción como Papá Jan, técnico de laboratorio como su padre, físico de plasmas como su madre, fotógrafo como el padre de un amigo; médico, consejero, dentista, cosmonauta, actor, músico. Todos esos trabajos le parecían muy iguales, pero antes de poder desear realmente uno tenía que elegirlo. Resultaba extraño pensar en ello: buscar, elegir, decidir. Le hacía sentirse pequeño, pero al mismo tiempo le hacía sentirse también grande.
07. Escucha, voy a decirte algo fantástico, increíble. En mis días, ¿Me escuchas? , ¡En mis días había más de veinte nombres distintos sólo para los chicos! ¿No lo crees? Por el Amor de la Familia, es verdad. Estaban Jan, John, Amu y Lev. ¡Higa y Mike! ¡Tonio! ¡Y en tiempos de mi padre había mucho más aún, quizá cuarenta o cincuenta! ¿No es ridículo? ¿Todos esos nombres distintos, cuando los miembros en sí son exactamente iguales e intercambiables? ¿No es la cosa más estúpida que hayas oído nunca? (...) ¡Míralos! -decía Papá Jan. Tomaba a Chip de la mano y seguían andando, después cruzaban el parque de la Unidad hacia el desfile del Aniversario de Wei-. ¡Exactamente iguales! ¿No es maravilloso? El mismo pelo, los mismos ojos, la misma piel, la misma forma; chicos y chicas, todos iguales. Como guisantes en una olla. ¿No es espléndido?
08. Un bebe -dijo el-. Ya sabes. Caca, pañales, ¡Buaaa! ¡Buaaa!