01. Si la inocencia, pues, a nadie excusa, a ejecutar comienza tu deseo.
02. Ningún ruido en las ciudades ni en el campo oía; sólo se hace de la tierra dueño, lleno de olvido y de silencio el sueño.
03. El recuerdo de aquel día me invita a acallar tu desgracia con mi canto. El lamento que ahora te ofrezco fue un día mi propio lamento.
04. Otro en desnudo altar incienso ofrece no menos de los dioses recibido; que mucho un limpio corazón merece, y siempre de los dioses es oído.
05. ¿Qué pena, qué castigo habrá que cuadre a éste, de los hombres monstruo fiero, temerario homicida de su padre, aunque de su corona el heredero?
06. El torpe miedo vuela, el suelo cubre silencio, obscuridad, horror y espanto; y ya con ronco son, confusa y ciega, la tempestad amenazando llega.
07. ¿Qué hay en la tierra o el cielo que no esté sujeto a la ley de la obediencia? Todos los seres reciben órdenes y, a su vez, gobiernan sobre otros. Cada tierra tiene su rey respectivo.
08. No fue ilustre, es verdad, placidísimo anciano, la línea de tu estirpe, ni tu árbol genealógico se remonta a ancestros lejanos, pero tu enorme fortuna compensó tu linaje y ocultó la bajeza de tus padres.
09. ¿Quién abrió una ruta por el mar virgen y fuera del alcance de los desgraciados mortales, quién exiló hacia las olas a los piadosos hijos de la tierra firme y los arrojó al voraz piélago, con audaz inventiva?
10. El lugar del palacio más oculto están los sacerdotes ocupando, y en los altares, con divino culto, está el fuego sagrado humeando, en otra parte el mujeril tumulto la deseada fiesta celebrando, con mayor gravedad y más decoro hace (corona casta) alegre coro.
11. Y apenas al enigma obscuro y ciego el engañado huésped dado había no acertada respuesta, cuando luego pagaba al monstruo fiero su osadía; por los ojos echando vivo fuego con uñas y con dientes lo hería; o bajaba escapando de sus brazos, por las penas haciéndose pedazos.
12. De tantas amenazas ofendidos, ya con rabia y furor llegan a asirse, con piernas y con brazos atrevidos, queriendo en fiera lucha preferirse; ya con desnudas manos desasidos, con tanta prisa llegan a herirse, que no el granizo de la nube espesa con tanta furia baja y tanta priesa.