Frases de Camilo José Cela - Página 8

01. El viajero, mientras oye hablar a Elena y a María piensa, deleitosamente, en la poligamia. Hace buena temperatura y el estómago está lleno de nobles y antiguos manjares, de bocados históricos y vetustos como campos de batalla. Si no fuera porque se ha propuesto -y no hay, o no debe haber, quien lo apee de la burra- no dormir nunca dos días seguidos en un mismo pueblo... "Viaje a la Alcarria" (1948)

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02. Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, llueve sobre la tierra que es del mismo color que el cielo, entre blando verde y blando gris ceniciento, y la raya del monte lleva ya mucho tiempo borrada. - ¿Muchas horas? - No; muchos años. La raya del monte se borró cuando la muerte de Lázaro Codesal, se conoce que Nuestro Señor no quiso que nadie volviera a verla. "Mazurca para dos muertos" (1984)

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03. Es una pena que las alegrías de los hombres nunca se sepa dónde nos han de llevar, porque de saberlo no hay duda que algún disgusto que otros nos habríamos de ahorrar; lo digo porque la velada en casa del Gallo acabó como el rosario de la aurora por eso de no sabernos ninguno parar a tiempo. La cosa fue bien sencilla, tan sencilla como siempre resultan ser las cosas que más vienen a complicarnos la vida. "La familia de Pascual Duarte" (1942)

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04. (...) Del castillo quedan en pie algún muro, dos o tres arcos y un par de bóvedas. Está estratégicamente situado sobre un cerrillo rocoso, difícil de subir. En su ladera, por la parte de atrás, dos pastorcitos guardan un rebaño de cabras; uno de los pastorcillos, sentado sobre una piedra, graba una cayada de fresno a punta de navaja, mientras el otro, sentado sobre la verde yerba, se ensaya en sacar silbos de una flauta de caña. "Viaje a la Alcarria" (1948)

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05. Han pasado tres o cuatro días. El aire va tomando cierto color de Navidad. Sobre Madrid, que es como una vieja planta con tiernos tallitos verdes, se oye, a veces, entre el hervir de la calle, el dulce voltear, el cariñoso voltear de las campanas de alguna capilla. Las gentes se cruzan, presurosas. Nadie piensa en el de al lado, en ese hombre que a lo mejor va mirando para el suelo; con el estómago deshecho o un quiste en un pulmón o la cabeza destornillada... "La colmena" (1951)

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06. Se entretenía en pensar en los poetas. -Son grandiosos pero escasos, los poetas adivinan inmensos mares de sabiduría, navegan muchas millas por delante de la ciencia pero en la historia del mundo no ha habido más de siete poetas verdaderos en todas las lenguas, en todos los países y en todos los tiempos...-En cambio los falsos poetas son legión, es doloroso pero cierto, casi todos los poetas son falsos poetas, pequeños animalitos parásitos que se imitan o se roban unos a otros. "El asesinato del perdedor" (1994)

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07. No más salir del pueblo, unas criadas empiezan a alborotar: ya irán así todo el camino. Antes de llegar al Tajo, una señora gorda dice perdone, y les vomita por encima a un guardia civil, a su señora y a un niño de pecho que llevaba al brazo. El niño iba dormidito, pero, como es natural, se despierta y empieza a gritar; el niño grita como si lo estuvieran matando; la cosa, como dice muy bien un joven de corbata de lazo y flexible verde claro, no era para tanto. "Viaje a la Alcarria" (1948)

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08. Algunas caras, desde las próximas mesas, lo miran casi con envidia. Son las caras de las gentes que sonríen en paz con beatitud, en esos instantes en que, casi sin darse cuenta, llegan a no pensar en nada. La gente es cobista por estupidez y, a veces, sonríen aunque en el fondo de su alma sientan una repugnancia inmensa, una repugnancia que casi no pueden contener. Por coba se puede llegar hasta al asesinato; seguramente que ha habido más de un crimen que se haya hecho por quedar bien, por dar coba a alguien. "La colmena" (1951)

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09. La noche se cierra, al filo de la una y media o las dos de la madrugada, sobre el extraño corazón de la ciudad. Miles de hombres se duermen abrazados a sus mujeres sin pensar en el duro, en el cruel día que quizá les espere, agazapado como un gato montes, dentro de tan pocas horas. Cientos y cientos de bachilleres caen en el íntimo, en el sublime y delicadísimo vicio solitario. Y algunas docenas de muchachas esperan - ¿Qué esperan, Dios mío? , ¿Por qué las tienen tan engañadas? - con la mente llena de dorados sueños. "La colmena" (1951)

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10. Los bancos callejeros son como una antología de todos los sinsabores y de casi todas las dichas: el viejo que descansa su asma, el cura que lee su breviario, el mendigo que se despioja, el albañil que almuerza mano a mano con su mujer, el tísico que se fatiga, el loco de enormes ojos soñadores, el músico callejero que apoya su cornetín sobre las rodillas, cada uno con su pequeñito o grande afán, van dejando sobre las tablas del banco ese aroma cansado de las carnes que no llegan a entender del todo el misterio de la circulación de la sangre. "La colmena" (1951)

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11. El viajero se lava en el zaguán, en una palangana colocada en una silla de enea. Un niño llora sin demasiadas ganas. Las gallinas empiezan a recogerse. Un perro escuálido husmea los pies del viajero. El viajero le da una patada, y el perro huye, con el rabo entre las piernas. Se ve que es un perro acostumbrado a recibir patadas. Una niña juega con un gato blanco y negro, y otra niña la ve jugar, con cara de mala uva y sin quitarle el ojo de encima. Un burro pasa, solo, camino de la cuadra; empuja la puerta con el hocico y se cuela dentro. "Viaje a la Alcarria" (1948)

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12. Eso de que haya pobres y ricos -dice a veces- está mal; es mejor que seamos todos iguales, ni muy pobres ni muy ricos, todos un término medio. A la humanidad hay que reformarla. Debería nombrarse una comisión de sabios que se encargase de modificar la humanidad. Al principio se ocuparían de pequeñas cosas, enseñar el sistema métrico decimal a la gente, por ejemplo, y después, cuando se fuesen calentando, empezarían con las cosas más importantes y podrían hasta ordenar que se tirasen abajo las ciudades para hacerlas otra vez, todas iguales, con las calles bien rectas y calefacción en todas las casas. Resultaría un poco caro, pero en los bancos tiene que haber cuartos de sobra. "La colmena" (1951)

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Camilo José Cela

Camilo José Cela
  • 11 de mayo de 1916
  • Iria Flavia, La Coruña, España
  • 17 de enero de 2002
  • Madrid, España

Escritor, novelista, ensayista, poeta, periodista y editor español, autor de "La familia de Pascual Duarte" (1942), "Pabellón de reposo" (1943), "La colmena" (1951) y "Mazurca para dos muertos" (1984).

Sobre Camilo José Cela

Camilo José Cela nace en La Coruña, siendo el primogénito de Camilo Crisanto Cela y Fernández y Camila Emanuela Trulock y Bertorini.

Tras cuatro años de vivir en Vigo, la familia se traslada a Madrid en 1925, donde el futuro escritor cursa estudios en el colegio de los Escolapios, en los maristas de la Chamberí y finalmente en el Instituto San Isidro de Madrid.

Aún convaleciente de tuberculosis, Camilo José Cela, de ideas conservadoras, escapa de la zona sublevada al estallar la Guerra Civil Española (1936-1939) y se alista como soldado, siendo herido y hospitalizado en Logroño.

Al finalizar la guerra entra a trabajar en una empresa relacionada con la industria textiles, donde empieza a escribir y le da forma a "La familia de Pascual Duarte" (1942).

Pese a que inicialmente lucha en el bando franquista durante la Guerra Civil española, posteriormente Camilo José Cela rechaza la dictadura de Franco y mantiene una actitud independiente y provocadora.

Publicaría luego entre otras obras "Pabellón de reposo" (1943), "Viaje a la Alcarria" (1948), "La colmena" (1951), "Mrs Caldwell habla con su hijo" (1953), "Oficio de tinieblas 5" (1973), "Mazurca para dos muertos" (1984) y "El asesinato del perdedor" (1994).

La obra de Camilo José Cela se caracteriza por la experimentación de forma y contenido, como en su novela "San Camilo" (1936), que está escrita en un monólogo interior continuo.

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