01. No es más fuerte la razón porque se diga a gritos.
02. ¿Sabe usted lo que es esperar veinte años para vivir un solo día y cuando ese día llega encontrarlo también negro y vacío? "Los árboles mueren de pie" (1949)
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03. Si eres feliz, escóndete. No se puede andar cargado de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una felicidad como la tuya por un mundo de desgraciados.
04. La belleza es la otra forma de la verdad.
05. ¡Ah, no, así no! Llorar es demasiado fácil. Eso ya lo he hecho yo mil veces y no sirve de nada. ¡No te pido lágrimas! ¡Lo que quiero son árboles!
06. Tu aliento se me fue haciendo costumbre, y ahora lo único que sé es que ya no podría vivir sin él; lo necesito junto a mí y para siempre, contra mi propia almohada. En tu casa o en la mía ¡Qué importa! Cualquiera de las dos puede ser la nuestra. Elige tú. "Los árboles mueren de pie" (1949)
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07. En el verdadero amor no manda nadie; obedecen los dos. "Los árboles mueren de pie" (1949)
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08. El matrimonio es el amor domesticado.
09. - Escucha, Mauricio: el otro día cuando me dijiste que tu imitador de pájaros cantaba mejor que el ruiseñor verdadero, hablabas en serio ¿No? -Completamente en serio. Un simple animal, por maravilloso que sea, no puede compararse nunca con un artista. -Entonces ¿De verdad crees que el arte vale más que la vida? -Siempre. Mira ese jacarandá del jardín: hoy vale porque da flor y sombra, pero mañana, cuando se muera como mueren los árboles, en silencio y de pie, nadie volverá a acordarse de él. En cambio si lo hubiera pintado un gran artista, viviría eternamente. ¿Algo más? "Los árboles mueren de pie" (1949)
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10. Cuando yo era niña mi madre me decía "querida"; era una palabra. Cuando iba a la escuela la maestra me decía "querida"; era otra palabra. Pero la primera vez que Mauricio, sin voz casi, me dijo "¡Querida!", aquello ya no era una palabra: era una cosa viva que se abrazaba a las entrañas y hacía temblar las rodillas. Era como si fuera el primer día del mundo y nunca se hubiera querido nadie antes que nosotros. Por la noche no podía dormir. "¡Querida, querida, querida!..." Allí estaba la palabra viva rebotándome en los oídos, en la almohada, en la sangre. ¡Qué importa ahora que Mauricio no me mire si él me llena los ojos! ¡Qué importa que el ramo de rosas siga diciendo "mañana" si él me dio fuerzas para esperarlo todo! Si no hace falta que nos quieran... ¡Si basta querer para ser feliz, abuela, feliz, feliz! "Los árboles mueren de pie" (1949)
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